Veo caer la lluvia
a través del cristal de mi lavabo,
oigo, aparte de mis pedos,
el sonido de las gotas
que no me dejan cagar en paz.
Cuando la lluvia ya no es un problema
me molesta el imbécil de mi vecino,
que aporrea mi puerta.
Corro subiéndome los pantalones
ante la emergencia de su llamada.
Le abro la puerta todo desesperado
¿y con qué me encuentro?
Con el vecino diciéndome que
hay goteras y ha oído “truenos”.
Le cierro la puerta en los morros
y vuelvo a mi trono
para continuar con mis
“rayos y truenos”.